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La navegación tranquila

Otra forma de navegar

 

(…) el mar, el mar y no pensar en nada!

Antonio Machado

 

Resulta extraño etiquetar a la navegación tranquila como “otra forma de navegar”. No es algo novedoso, tampoco algo que esté en boga en la actualidad.

La realidad es que a día de hoy, con la llegada hace ya varios años de las motos de agua y las lanchas rápidas, ir al mar a ver quién corre más es uno de los escaparates más visibles de cara al público menos especializado. La urgencia de nuestro apresurado ritmo de vida se traslada a la navegación de recreo, apostando por ir a la carrera, con la vista fija en el cuentakilómetros, ignorando el entorno y sensaciones más allá de la que supone recibir el viento agresivamente en el rostro. 

No quiere resultar este texto una crítica o una imposición sobre como cada cual debe disfrutar del mar, pero si generar algo de conciencia al respecto de lo que nos estamos perdiendo: el suave deslizar del casco sobre las aguas, el balanceo de nuestra embarcación en cada ola, el empuje del viento entrando en las velas (si tenemos la suerte de contar con ellas) o el traqueteo sedante de un motor al que no forzamos a ir a toda máquina. Podemos escuchar los crujidos de la madera del barco, el chasquido del mar al romper contra nosotros, a las aves que nos crucemos en nuestro camino. El ruido de tierra firme queda atrás.

Nos integramos así, y la naturaleza nos lo agradecerá, en el lugar en el que estamos sin resultar invasivos ni buscar ser los protagonistas.

 

llaut barco altea isla la olla
Navegando con Galatea.

 

Todo ello se integra en algo llamado navegación tranquila o slow sailing. El nombre se toma de la corriente o movimiento slow . Este aboga por ralentizar el ritmo vital, dedicar tiempo de calidad a las actividades que realizamos y disfrutar de los procesos, priorizando además aquellos que ayudan a nuestro desarrollo personal y a nuestra salud. No es extraño que cada vez haya más adeptos a esta corriente en el mundo occidental, personas que no están dispuestas a pasar su vida corriendo de casa al trabajo y viceversa, interrumpiendo solo esta dinámica para poder consumir. 

Pese a su vocación de pluralidad y transversalidad, no podemos obviar que el movimiento slow se trata de un ideal al alcance de un sector privilegiado que puede permitirse escapar de la rígida realidad económica que vivimos. Podemos, sin embargo, aplicar algunos de los preceptos de la filosofía “lenta” a nuestra vida, analizar nuestra relación con el tiempo, nuestro papel en los procesos de producción y consumo, nuestra percepción del disfrute, la necesidad de satisfacción inmediata, la profundidad en las relaciones que establecemos con los demás y con el medio que nos rodea.

A la hora de navegar podemos aprender a trasladar estos conceptos a nuestra experiencia. No importa si somos marineros experimentados o pasajeros por un día. Disfrutar de la navegación es conectar con el momento, olvidar durante unos minutos la hora a la que debemos regresar a puerto. No intentar abarcar más de lo necesario, no tenemos porqué navegar muchas millas, ni sacrificar un paseo agradable por llegar a un punto en concreto. Sin prisa, sintonizaremos mejor con el entorno.

No se trata en ningún caso de mantener una actitud apocada. En el barco charlamos, escuchamos música, tomamos algo, contamos historias sobre la bahía y sobre la vida marinera de sus gentes, aprendemos a navegar. Siempre hay tiempo para un baño y para bucear, que no dejan de ser otras maravillosas formas paralelas de disfrutar del mar.

En 2009, una iniciativa privada publica en el blog El Mar és el Camí el «Manifiesto del slow sailing», que reivindica precisamente todo esto que comentamos y que suscribimos casi punto por punto.

 

«Manifiesto de la Navegación Tranquila (Slow Sailing)

1. Lo importante no es el barco, sino tu relación con él y con el mar. Tanto da la eslora, el precio o el equipamiento de tu barco. Tanto da que sea un bote de remos como un gran yate. Lo importante es que no lo consideres un objeto más de todos los que tienes, sino un compañero de viaje que te puede proporcionar placer, experiencias inolvidables y un conocimiento del mar y, sobre todo, de ti mismo.

2. Pasa tiempo a bordo de tu barco, aunque sea amarrado en puerto. Conviértelo en una parte de tu espacio vital. Trabaja en tu barco, haz alguna tarea a bordo, de manera que alguna parte del barco sea obra tuya, y que alguna parte de tu obra esté vinculada al barco. Esto reforzará los lazos entre tu barco y tú.

3. Deja las prisas en el muelle cuando salgas a navegar. Sal sin una hora de regreso, como si fueses a hacer un largo viaje. Olvídate del reloj y déjate guiar por el sol. Si eliminas la velocidad y el tiempo de la ecuación, sólo queda el espacio: el mar.

4. Sal a navegar sin rumbo, sin tener un punto de destino. Simplemente navega, déjate llevar por el viento y la mar. No pienses ni en las millas que has hecho ni en las que te quedan para llegar. No vas a ninguna parte. Sólo navega y goza del momento.

5. Desconecta la electrónica y navega como se había hecho siempre. Aprende a no depender de los instrumentos. ¿Cuánto hace que no tomas una demora o la altura de un astro? Sitúate y dibuja el rumbo sobre una carta de papel. Olvídate de los catavientos: siente el viento en la cara o en la nuca. Aprende el arte de navegar que es lo que define a los navegantes de verdad.

6. Desconecta el móvil, la radio y el equipo de música. Corta durante un tiempo los lazos que te unen a tierra. ¡Silencio! Escucha el rumor del mar: la ola en la proa, el latido de la vela, el aliento del viento.

7. No te aferres a la caña o a la rueda. Cede el timón a algún tripulante y déjate llevar. ¿Cuánto tiempo hace que no te tumbas en cubierta o te sientas en la proa con los pies colgando? Si vas solo, amarra el timón, equilibra el barco con las velas y déjate llevar. Confía en la tripulación y en tu barco.

8. Escribe un diario de navegación. Describe con detalle las salidas que hagas y anota las sensaciones que experimentes. Así conservarás las emociones de cada salida y las podrás revivir mucho tiempo después. Comparte estas experiencias y emociones con otras personas a través de un blog o como mejor te parezca.

9. Haz regatas, si te gustan, pero no pensando en el premio, sino porque regateando aprendes a conocer mejor el mar, tu barco y a ti mismo. No hay premio más estimulante que este aprendizaje.

10. No abandones a tu barco, el nunca lo haría contigo.

11. Contempla el mar un rato cada día, imprégnate de su energía y llévala contigo allí donde vayas.» 

Joan Sol (autor  del Manifiesto)

 

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Navegando por la bahía en llaut

Despacio se llega lejos. Galatea os espera.